OVACIÓN
y apreté tus manos largas.
Sentí la admiración por tu cultura,
trayectoria de besos, partituras...
Te sentí alta
en el trono invisible
del poder que sólo dan los años,
don de gente
capaz de aglutinar en lo incorpóreo
la belleza del arte en libertad.
Te llamé hermana
y vi unos ojos tristes y cansados
y allí en segundo plano,
la belleza pasada
aún deslumbrante.
Miles de halagos fieles
y tu cordialidad.
Cientos de seguidores
para tu ingenio vivo.
Y un garbo así intuido
donde lo cuántico
traduce encuentros nuevos
apenas registrados.
Te llamé hermana y supe
de la pasión del Arte
y del deseo humano
que siempre es su motor.
Te vi con ojos de alma
y creciente estupor.
Diamante y sus destellos,
el sol y su fulgor...
La vida es escenario
actores a granel,
a veces se nos llama
para ser solistas
y entonces se ilumina
todo el ser en un instante
de rápido esplendor.
Luego, cuando el telón cae,
regresamos al suelo
retumbando aún el eco
del clamor, los aplausos,
los vítores y bravos
del público exaltado..
Y con gesto profundo
de humilde reverencia
aquí queda el respeto
y el agradecimiento,
la fe de haber vivido
un instante de estrellas.
©Leibi Ng
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