La oración de una




Oye mi ruego Tú,
Dios que me calmas,
recoge uno por uno
mis dolores,
Tú que a millones
dejas sanos y salvos
rozagantes e indiferentes
ante mi agonía.

Dime por qué
concentras en mi cuerpo
los aguijones 
de esta bestia horrenda
que clava en cada poro de mi carne
sus ponzoñas cargadas de veneno.

¡Qué magnífico Dios
de casi todos! Capaz de concentrar
en sí mismo las fuerzas 
que otorgan salud y bienes
a unos sí, a otros no, 
sin desentrañar el misterio de elección
y apenada me dejas sin saber
por qué mis huesos
son tan frágiles
y mis venas tan tiesas.

©Leibi Ng

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