Balada triste para María
Y fue manipulada, empujada, engañada.
Ella entre todas las mujeres elegida
por un dios del espectáculo
se convirtió en la piedra del escándalo
para arrastrarla día a día hasta los cincuenta y ocho años.
La amancebó sin pautas con un guión cerrado
la maquilló alterando su juventud inconsciente.
Prostituta, libertina, desquiciada, buscona, puta...
qué fácil fue encajarle un prejuicio de antaño pero siempre vigente.
Era una niña y la fama el anzuelo.
Era una diosa sin conocer su estatus (cediendo su poder como tantas).
Era olorosa como la mantequilla
y estaba sola, sola, completamente sola
entre la multitud desesperada.
Unas escenas y marcada de por vida
se refugió en las drogas, la quietud o las sombras
que no pueden borrar jamás, jamás, jamás
las imágenes que guarda la memoria;
peor aún, los archivos cinematográficos del mundo
la reproducen en todas las visiones para todos los ojos.
Pequeña caótica, aspirante a ser feliz
se fue envolviendo en la cáscara de piel que envejecía de tristeza.
María, eterna musa de los desarraigados
devorada por sus propias células
inmortal desafío del hombre envejeciente
yace en el mármol silencioso y frío
maldiciendo el momento en que aceptó el papel.
Ella entre todas las mujeres elegida
por un dios del espectáculo
se convirtió en la piedra del escándalo
para arrastrarla día a día hasta los cincuenta y ocho años.
La amancebó sin pautas con un guión cerrado
la maquilló alterando su juventud inconsciente.
Prostituta, libertina, desquiciada, buscona, puta...
qué fácil fue encajarle un prejuicio de antaño pero siempre vigente.
Era una niña y la fama el anzuelo.
Era una diosa sin conocer su estatus (cediendo su poder como tantas).
Era olorosa como la mantequilla
y estaba sola, sola, completamente sola
entre la multitud desesperada.
Unas escenas y marcada de por vida
se refugió en las drogas, la quietud o las sombras
que no pueden borrar jamás, jamás, jamás
las imágenes que guarda la memoria;
peor aún, los archivos cinematográficos del mundo
la reproducen en todas las visiones para todos los ojos.
Pequeña caótica, aspirante a ser feliz
se fue envolviendo en la cáscara de piel que envejecía de tristeza.
María, eterna musa de los desarraigados
devorada por sus propias células
inmortal desafío del hombre envejeciente
yace en el mármol silencioso y frío
maldiciendo el momento en que aceptó el papel.
© Leibi Ng
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